martes, 18 de agosto de 2015

De cómo boté mi pasaporte con la visa en Chicago

Lo primero que pensé fue en lo que me dijo mi mamá con arrepentimiento. Recuerdo que me aconsejó antes de embarcarme al avión para Estados Unidos que me avispara. Que yo era un muchacho bueno y vaina, pero también ahuevoniao. Me dijo que las vergas allá no eran como aquí en Venezuela, que allá sí iba a tener que estar pila y que mi suerte para escaparme de la mayoría de los problemas, no iba a servir de mucho. Yo pensando que mi mamá era una exagerada asentí a todo de la misma forma en la que uno asiente al discurso de las personas que tocan tu puerta a hablarte de religión. Me pregunté a mí mismo si mi mamá no se había dado cuenta de que después de que salí de Paraguachí, sobreviví 9 años en Caracas yo solito. ¡Ahí la gente sí es viva! ¡No en Estados Unidos, carajo! No hay malandro gringo que pueda contra mí. Mi mamá se preocupa porque me quiere y como ella ve sólo películas tipo Taken cree que una verga así me va a pasar. ¿¡A mí!? Chiaj, yo soy de Paraguachí y crecí en Caracas, la mía, y yo lo que voy a Estados Unidos es que quemo.

Pero la verdad es que nunca sabes cuando tu vida se puede ir a la mierda en un instante. Todo puede estar súper bien, que si, el trabajo, la familia, la vaina con tu novia y, de repente, una verga súper pajua puede echar a perder toda la ficción que sin haberte dado cuenta habías construido alrededor de ti.

Les voy a poner un ejemplo: no sé si les han montado cachos una vez, pero a mí sí. Y esa verga, marico, duele. Y-que-jo-de. Así más o menos imagínate que estás súper fino con tu jeva y un día empiezas a notar vainas raras, pero no le paras bola a eso, porque como que confías burda en ella, y de pana no hay chance de que algo esté pasando. Piensas que es la regla, qué se yo, está hormonal y le crees todas sus excusas y vaina, y tú, tipo tranquilo te comes el mojón y vas viviendo en esa paja así hasta que un día te enteras, webón, por un marisco, que tu jeva andaba con otro macho, y tú no le crees, ¿cómo le vas a creer si tú confías demasiado en esa pana a quien le has entregado tu corazón y han hecho planes de vida serios? Pero el bicho te muestra una foto y verga, pana, qué bolas esta jeva. Y verga te da como arrecherita al principio, así como una rabia pajua, pero tú no lo crees ahorita, porque –aceptémoslo– eres un huevón, pero igual vas y le tiras la punta y la bicha se hace la loca. Y tú te quedas como cabezón un par de días. Y sigues viviendo como con una angustia, una vaina que sientes como por la garganta. Una sensación súper chimba. Sabes que la vaina no está bien, pero te da un sustico enfrentarlo directamente, porque no te imaginas que el resultado sea lo peor. Entonces un día decides dejar de caerte a paja y vas y la confrontas y ella te dice lo que no quieres oír nunca en tu vida, porque tú has sido un perro bueno fiel desde que tienes edad para singar, te dice que sí, mi amor, lo siento, pero yo voy a cambiar, solo fueron como 15 veces que me lo cogí, pero te amo a ti, mi tribilincito hermoso de mierda.

Bueno… así me sentí cuando me di cuenta de que había perdido mi pasaporte con la visa gringa en Chicago.

Todo empezó por culpa de Sascha Fitness. Resulta que un día voy a un bar a ver a una pana tipo tranquilo y el metro estaba burda de retrasado así que no llegué a tiempo y esta amiga se arrechó y se fue. Entonces, me metí igual en el barsito que nos íbamos a ver como para beberme una birra y pasar el despecho emocional de quedar mal con alguien. Entonces, de la nada me saludó un ruso y yo tipo moví la cabeza y las cejas parriba saludando para no mover las manos no vaya a ser que no fuera conmigo. El ruso insistió y yo vi para todos lados a ver si le estaba haciendo señas a alguien que no fuera yo. Entonces, nada, sí era conmigo. Me fui para la mesa donde estaba el pana así como con pena y al llegar me preguntaron que de dónde era. Cuando dije “Venezuela” sus amigas, una uruguaya y una brasilera, se emocionaron porque eran fans de Sascha Fitness y como yo era venezolano como ella, entonces también era cool y me pegué con ellos toda la noche.

Al día siguiente, nos fuimos a una discoteca después de un largo predespacho en casa de un indio súper pana que también había conocido la noche anterior: Alcohol + alcohol + alcohol + no comida = llegué rascao a Sound Bar. Tipo que fui a pedir una birra, y el carajo de la barra me dice que si dejo la cuenta abierta o si la cierra de una. Y yo de pajuo vengo y le digo todo prendío deja esa mierda abierta, no joda, y él me dice que claro, señor, cómo no, su ID, por favor, para tenerlo de garantía.

Eso es lo último que recuerdo de esa noche.

Me desperté en el sofá de la casa de mi pana el indio al día siguiente. Vi el reloj y empecé a recoger mis cosas. Faltaba el pasaporte. Sudé cubitos de hielo.

Vinay se despertó y le conté la vaina. Marico, no sé, no vi tu pasaporte, después de ahí fuimos a otro bar y luego nos vinimos para acá.

Llamamos a todos los bares, llamamos a todos los Übers. Nada. Llamamos a la uruguaya, al ruso, a los otros panas. Nadie sabía algo sobre mi pasaporte. Gracias, Sascha Fitness.

Revisé en Internet para ver qué se hace cuando se pierde tu pasaporte con tu visa mientras estás en Estados Unidos.

Paso 1: denunciarlo a la policía.

Paso 2: ir al consulado de su país y sacar un nuevo pasaporte.

Paso 3: devolverse a su país inmediatamente con ese pasaporte que te dieron y pedir una nueva visa si quiere volver a los Estados Unidos con un alto porcentaje de negación por irresponsable, porque las visas de otra gente, ahuevoniao, las usan para cometer actos fraudulentos.

El discurso de mi mamá empezó a tener sentido. De la misma manera que los discursos de religión la tienen cuando el avión va en picada.

En la tarde una amiga me buscó para ir a comer. Almorzamos y le cuento la vaina, que me voy a tener que devolver más pronto que tarde. Me dijo “y si vamos al local ahorita y vemos si la conseguimos”. Y nos fuimos inmediatamente. Al llegar, el pajuo de seguridad nos dice que aquí se pierden los pasaportes a cada rato, que tengo que llamar el lunes a un número que me dan ahí en horario de oficina y que si tengo leche, fue que la caraja que había llamado antes, no me dio la información bien.

Me alimenté de esperanza. Pero de esa esperanza que da la negación. Esa misma que tienes cuando una relación va en picada, pero que uno insiste en tener para que las patas de nuestra mesa de la seguridad no se tambalee.

Faltaban dos días para el lunes.

Volví a ver a mis nuevos amigos. Hicieron miles de chistes al respecto. Trataron de levantarme los ánimos, y lo lograron un poco. Sin embargo, mi domingo por la tarde trascurrió tan lento como un Aló Presidente en algún caserío de Barinas con el pueblo sapeando a todos los ministros presentes.

Cuando desperté el lunes agarré el teléfono. Y marqué de la misma forma que uno marca el teléfono para decirle a tu pareja “tenemos que hablar”.

La llamada no salió. T-Mobile justo me cobró la renta ese día y había olvidado meterle saldo.

Abrí Skype. Aún quedaban unos créditos que había metido con mi último cupo cadivi. Hice la llamada. Repicó 3 veces.

–Buenos días. Estoy llamando porque el viernes creo que perdí mi pasaporte en su local. –Dije en mi paupérrimo inglés.

–¿Cómo se llama usted?

–Moisés. Like Moses but with an i in the middle.

Esperé 48 segundos.


–Todo está bien. Venga y busque su pasaporte y su tarjeta de débito. Lo único que debo informarle es que lamentablemente ya no podrá dar propina a su cuenta porque ésta fue cerrada el día que usted se fue sin pagar.


viernes, 7 de agosto de 2015

Más vida (bohème), Venezuela

Así en medio de la algarabía me acordé del día que le echamos el cuento a la mejicana, marico.

Nos hizo esa pregunta pajúa por las colas. La paja se la había echado la televisión como a los demás. Así que apenas nos oyó el “chévere”, soltó la lástima sobre nuestro abolengo: “qué lata que tengan que hacer colas para comprar papel de baño”.

¿Sabes? Yo soy de esos carajos que adonde llega siempre anda hablando bien del país. Soy uno de esos huevones que sueñan que algún día será un lugar más de pinga. Pero también te voy a ser franco, mi pana, también lo hago porque, bróder, uno no puede andar hablando huevonadas del país por ahí por el mundo, chamo. Menos uno que medio le alcanzan los reales para viajar. Entonces, hay que dar el ejemplo. Tipo que llegas a una mesa a tomar a unas birritas calidad y hay un bicho de Polonia, un alemán y dos gringos. Marico, te van a preguntar de dónde coño e’ madre eres. De bolas que el polaco y el alemán saben y entienden el peo de Chávez, la revolución y hasta la cagada que hay ahorita, pero vas a tener que explicarle a los gringos que Venezuela es un país diferente de México y toda la huevonada chimba y, vieja, no-pue-des hablar paja. Sí, se te puede salir algo chimbo por todo el peo de ahora, pero mierda no, hermano, ¿sí me entiendes? O sea, tampoco los vas a caer a mojones, porque la gente está clara, pero sí le tiras lo bonito adelante para que los bichos no se caguen todos y coño tú vayas bien en la mesa, compa, y capaz una de las gringas es un culito y ¡zas! se lo zampas por su Monte Rushmore esa noche y dejas a la patria de Bolívar en alto.

Como te dije, cuando alguien me preguntaba algo así, marico, como la doña mejicana, yo me armaba, jugaba mis cartas inteligentemente, mi hermano, Truco, embido, ¡quiero! y listo el pollo le metía ese huevo pelao al peo del país y además le caía bien a la gente. Pero aquel día no sé qué pasó, chamo, la verga no salió. Me quedé desarmao y hasta terminé admitiendo, huevón, lo que ahora todos los que vivimos afuera decimos como si fuera cualquier vaina. Tú sabes, esa mierda de que de pana con Chávez vivíamos mejor.

Al concierto llegué solo. Otra mejicana que no es la que te estoy contado arriba me regaló la entrada. Sí, mi pana, aquí hay burda de mejicanos. Te cuento que de vaina he hablado inglés en esta verga. Todo el mundo habla paja de Miami, que allá lo único que se oye es español todo el día, pero eso es porque nadie ha venido a Chicago. Esta vaina es “Viva México, cabrones” por todos lados, tanto que el viajecito que quería hacer para el DF para jartarme de comida mexicana que tú sabes que me gusta el picante que jode, ya no lo voy a hacer, marico, porque aquí hay una zona que se llama Cícero, o una ciudad, como dicen, y esta verga, mi pana es México, ¿oyó? Chicago no es sino un exclave entre Wisconsin e Indiana, ¿sabes? como un Kaliningrado mexicano. Si no me crees, googlea “Telemundo Chicago” y verás que sí. Verga, me desvié, ¿qué te venía diciendo? Ajá, a la mejicana esta la conocí en un Meetup de inglés. La pana organizaba un grupo de conversación y yo me lancé un día. Al final hablamos de gustos y cosas y cuando les tocó hacerme preguntas a mí me dispararon que por qué no iba al Ruido Fest. Esa vaina era un festival de música rock mejicana con algunos invitados del resto de Latinoamérica, pero serio porque no invitaron a Maná, ¿ves? Yo dije que coño, que de pana sólo quería ir por La Vida Bohème, pues, pero que, marico, no iba a pagar 50 dólares para ver a una sola banda. Entonces la mejicana me dijo, que a ella le habían regalado un pase de tres días y que para el domingo ella no podía ir porque tenía full trabajo, pues, y que si yo me quería lanzar que ella me daba el ticket. Y yo quedé, woow, qué de pinga, gracias, chama, de pana en serio que gracias, no sabes lo alegre que estaba, ¿viste por qué te digo que uno no puede andarse con mierdas en la calle?

Entonces me lancé pal concierto, bróder. Justo el día del show, la chama se apareció con el jevo para darme el ticket y me ofrecieron la cola pal festival. Iban en la vía, won, porque aquí dar la cola es forzao por el tema de la gasolina. No es gratis como allá.

Eso fue lo que me desarmó todo, chamo, el tema del precio de la gasolina. La doña mejicana, la otra, no la que me regaló la entrada, nos preguntó en su casa que cómo coño (no con esas palabras, pero así lo entendí yo) un país subsidiaba la gasolina y no se encargaba de la comida del pueblo. Y, ay chamo, de pana, que no me hagan hablar que voy que quemo, marisco… pero no tuve respuesta. Me quedé callao. O sea, de pana que obvio que le iba a dar la razón a la doña, pero, mi bien, no pude sacar sino fue peste ese día y me da arrechera contarlo.

Y sonó “El sentimiento ha muerto”. Marico, se me erizaron los pelos de los brazos. Chimbo-chimbo, me hacía falta haber ido con un pana para tripear, won, qué arrechera que te negaron la visa.

El Ruido Fest estaba pelao. Llegué como a las 2 de la tarde y La Vida Bohème tocaba a las 2:45. Me fui chola pal stage donde iban a tocar los panas y eso estaba naiboas con papelón. Me cagué un pelo, porque iba a ser burde chimbo que los panas vinieran de tan lejos y nadie les parara bolas aquí. Entonces, mientras llegaban los bichos me tomé par de curdas soledad bravo frente a la tarima. Los chamos se aparecieron al ratico a instalar los equipos. ¿sabes qué cosa de pinga pasó? Nada, marico, que yo estaba bebiéndome la birra ahí en la primera fila cuando la vaina se empezó a llenar de venezolanos. Se armó un limpio, pensé. Y seguí con mi curdita. Una jevita se apareció con una bandera de Venezuela y todo chamo. No sabes cómo se me puso la garganta cuando vi esa verga al tiempo que Henry soltaba los probando uno-dos-tres y vino el otro pana el bajista, el que estudió ahí en el Peñón que Graciela le dio clases, ¿sabes? que un día nos los encontramos en la panadería de La Trinidad y Graciela nos los presentó, Rafael, vale, acabo de ver en Wikipedia, bueno, ese bicho viene y me pregunta que si mi franela es de Coba y yo sí,  marico, sí es y él qué de pinga, hermano, tripea. Y nada, chamo, se me acabó la birra y me quedé ahí fajado con la primera, obvio, Radio Capital.

Y verga uno estando solo, lejos y sin conocer nadie en esta verga uno se pone a pensar huevonadas y más con Henry preguntándote cada dos minutos que cómo va a ser la vida mejor y que nadie le respondió. Y tu cabeza te hace juegos, tu garganta se endurece y tus ojos, marico, si no te digo, mis ojos se aguaron mal. No lloré porque me daba paja que me vieran así, pero me sentía brutal-chimbo. Yo de pronto dejé de estar ahí y sonó “El sentimiento ha muerto” y aparecí en Caracas, en la Sadel o en Zona Rental, en este mismo Ruido Fest, pero explotado de full de verdad, con mis tukys, mis chamos que arman la olla, mis jevitas que había que proteger, mis panas de la uni, qué sé yo marico, me imaginé que estaba en el 2007… no, no, quiero decir que me imaginé que la Venezuela del 2007 todavía existía, cuando apenas empezaba la universidad, cuando nadie quería irse, cuando no había que ir a comprar con cédula, ¿sabes? cuando los peos más grandes del país eran esa mariquera que llamábamos diferencia de ideología con la que nos marearon como catorce años y nos pusieron a pelear para un coño: para terminar todos hechos mierdas igual. Chamo, la soledad, el estar en Chicago rodeado de venezolanos cartel, las birritas, la bandera moviéndose, y “Nicaragua”, esa fue la última, y te lo juro, ahí me fui ido y vi a mi mamá jodiéndose por allá, a mi hermana viendo cómo coño termina la universidad para irse parco, mis amigos dándole coñazos a un teclado mientras tratan de meter Simadi para ver si compran un boleto pa’ donde sea, me acordé de esa época de Parguito, de las empanadas de doña Eudys, del sabor de la guasacaca en la masa, del primer mordisco, el maridaje de la malta, los pies en la arena caliente bajo la sombra del techo de zinc del puesto de Eudys, la brisa, del sonido de las olas y de los rayos de sol.

Viví toda mi vida en ese instante.


“Otra, otra” gritamos a todo pulmón todos como unos huevones mientras desinstalaban los aparatos y los chamos en la tarima después de la reverencia nos señalaban su reloj de pulsera todos frustrados.


Soledades

Descansábamos cada uno en un chinchorro después del almuerzo, antes de volver a nuestra faena diaria. Papá volvía entonces a la plaza a trab...