miércoles, 23 de enero de 2008

En el día de las madres

Aquel 13 de mayo, día de las madres, parecía tranquilo para los habitantes del apartamento 71 del edificio Suerte de Los Caobos; o por lo menos la mañana. Vanesa barría la casa; la señora Sara estaba en su cuarto llamando por teléfono a todas sus amigas madres de Caracas y parte de Paraguaná; el señor José se encontraba en alguna tasca hípica caraqueña gritándole a algún televisor o, por lo menos, eso fue lo que dijo; yo dormía placenteramente hasta el mediodía en la paz de mi cuarto.
Dos días antes había empezado a pegar un olor podrido. No era la primera vez que pasaba. La señora Sara siempre tenía que ir a quejarse adonde la señora Jacinta, una viejita como de setenta años residente del pent-house –el piso inmediato de arriba–, por las palomas que se iban a morir en su puerta corrediza transparente que da a su balcón. Bueno, dos días antes la señora Sara había hablado con ella por teléfono, para no tener que perderse una parte de la novela, y ésta le dijo que estaba pasando el coleto, así que después de que terminara la sala se encargaba del balcón y botaba la paloma muerta. Siempre me preguntaba cómo era que la señora Jacinta nunca se daba cuenta de esos olores podridos, imagino que la vejez le había deteriorado el olfato.
Aparentemente lo único raro de ese domingo 13 de las madres era aquel olor podrido que se había vuelto más fuerte y que casi no dejaba acercarse al balcón del apartamento. “Seguramente la paloma del viernes ya tiene gusanos y vino un zamuro a comérsela y se murió también” gritaba la señora Sara quien no se despegaba del teléfono de tanto hacer y recibir llamadas y que decía que había intentado llamar cuatro veces a la señora Jacinta, pero que nadie contestaba. “Seguro la vieja se fue pa΄ casa de Carlos”. Éste es el hijo de la señora Jacinta que vive en Guarenas.
A eso de las dos de la tarde se apareció el señor José con una caja de cervezas, cuatro pelagatos de su familia y una entonada. De inmediato se encargaron de poner las pocas sillas de la casa en círculo y el espacio que sobró lo rellenaron con el sofá. La señora Sara se alegró mucho por la sorpresa, cogió una friíta y se sentó a conversar con una de las que había llegado. El señor José dijo que vendría más gente, se puso a preparar un sancocho, en la cocina, con sus hermanos y puso el casette de Rocío Durcal en el reproductor. Sonaba “Amor eterno”. Se corría el rumor de que el señor José había contratado unos mariachis en honor a las madres presentes y a la señora Sara para sorprenderlas. Ella se hacía la loca cuando alguien le venía con el chisme. No quería que le pasara como le pasó con su hijo. Un día antes de que él muriera en un accidente de tránsito le había prometido a su mamá unos mariachis en su cumpleaños y un viaje a Ciudad de México para que ella viera donde viven los artistas de las novelas buenas. Eso fue traumático para ella.
Como a las cuatro de la tarde el señor José agarró las llaves y se escapó sin que nadie se diera cuenta. Cuando pidió el ascensor escuchó que alguien venía bajando por las escaleras. Era Carlos, el hijo de la señora Jacinta, éste le preguntó que si su mamá estaba en la fiesta. El señor José no supo contestarle, mas lo invitó a pasar y le dijo que él se iba porque buscaría la sorpresa.
Carlos entró al apartamento, que ya estaba full de invitados, y fue saludado y agasajado por hasta los que no lo conocían. Incluso fue obligado a tomarse una cerveza. Entre la gente no reconoció a su mamá, así que fue a la cocina a preguntarle por ella a la señora Sara. Ella pensaba que Jacinta estaba con él y él pensaba que con ella. El pánico invadió inmediatamente a los invitados. “Mijo, anda a casa del portugués y tráelo urgente para el pent-house, ése abre hasta una multilock en cinco minutos” me indicó.
Llegué donde el portugués y le expliqué el asunto. Éste agarró una cajita roja metálica que tenía detrás de la puerta y se vino conmigo. Cuando llegamos arriba estaban la señora Sara, Carlos y otros coleaos por si acaso. El portugués hizo las suyas de cerrajero y cuando abrió la puerta el olor pegó fortísimo. Todos se llevaron una mano entre la boca y la nariz. El primero en entrar fue Carlos, luego la señora Sara y otros ahí. Yo sólo me asomé y hubiera preferido no haberlo hecho.
Al final de la amplia sala estaba el vidrio transparente cubierto por unas gotas secas de sangre; más abajo, acompañada de algunas moscas, estaba la señora Jacinta muerta con el cuello doblado y pegado al vidrio; del otro lado de éste estaba un cadáver de paloma y al lado de la difunta un tobo y el haragán con el coleto.
Carlos gritó, la señora Sara vomitó y salió corriendo hasta el piso de abajo. Yo la seguí y nos metimos en el apartamento. Inmediatamente todos empezaron a preguntar qué pasaba, reinó la incertidumbre y llegaron los mariachis.

5 comentarios:

Oney dijo...

Supere la ladilla y lo lei todo. Me parecio realmente gráfico, rápido, algo frío al principio, se pone emocionante al final y es bastante metro como los buenos relatos de la Ley y el Orden. Noto que se maneja bien la simbología y la estructura es lógica para algo tan breve. Dentro de lo exigente que soy creo que este relato es un buen ejemplo de cuentística tipo Gore Urbano. Felicidades por el premio, te lo tienes bien merecido!

Manuela Moore dijo...

Un cuento excelente: de final inesperado; humor negro; muerte; exaltación de los sentidos; cotidianidad. Un relato ameno, de lenguaje simple, que logra adentrarnos en el mundo del protagonista; acercarnos a él como narrador y testigo y hacernos sus complices. Cortazar con simplicidad armaba cantidades de complejos mundos posibles, la simplicidad es una herramienta extraordinaria: un buen cuento simple siempre es más agradable que uno complejo. Este cuento merece el segundo lugar del Festival Literario Ucevista del que fue ganador.

Sigue así, Moisés, y llegarás a ser grande.

Te ama,



Manuela
Novia de Moisés
Primera dama del segundo Lugar del Festival Literario Ucevista
Correctora de Revistas
Pasante de la Dirección de Letras UCV

Dante dijo...

Mmm... por donde empiezo.

Bueno, el relato es un tanto predecible, manejas cierta jerga venezolana algo que puede confundir si no las conoces, dependiendo del contexto en que lo veamos podria decir que esta bien, pero hay ciertas palabras que podrias sustituir, quizas para agregar algo mas de formalidad... por ejemplo, podrido = putrefacto, puse =dispuse y otras, pero, viendolo desde el punto de vista en el que fue escrito (supongo yo, que de un venezolano para otros venezolanos) esta bien.

felicidades Moises, solo resta practicar y estudiar pero vas por buen camino....

Gabriel Aron Santana (RoyalRoad Member!)

Jose dijo...

Valido para todo lo que has escrito en tu blog:

Mas allá de los tecnicismos que uno pueda tener al criticar una obra, lo que siempre rescato de un escritor es la facilidad para atrapar y entretener al lector. Y eso es lo que tiene Moises. Es agradable, simple, real; logra con relatos cotidianos convencer y gustar. Te felicito y deseo mucho éxito!

Miguel Monasterio

(estaré esperando próximas publicaciones)

yeknom dijo...

excelente.. jejeje cada vez se va poniendo mas interesante.
felicidades

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