viernes, 7 de agosto de 2015

Más vida (bohème), Venezuela

Así en medio de la algarabía me acordé del día que le echamos el cuento a la mejicana, marico.

Nos hizo esa pregunta pajúa por las colas. La paja se la había echado la televisión como a los demás. Así que apenas nos oyó el “chévere”, soltó la lástima sobre nuestro abolengo: “qué lata que tengan que hacer colas para comprar papel de baño”.

¿Sabes? Yo soy de esos carajos que adonde llega siempre anda hablando bien del país. Soy uno de esos huevones que sueñan que algún día será un lugar más de pinga. Pero también te voy a ser franco, mi pana, también lo hago porque, bróder, uno no puede andar hablando huevonadas del país por ahí por el mundo, chamo. Menos uno que medio le alcanzan los reales para viajar. Entonces, hay que dar el ejemplo. Tipo que llegas a una mesa a tomar a unas birritas calidad y hay un bicho de Polonia, un alemán y dos gringos. Marico, te van a preguntar de dónde coño e’ madre eres. De bolas que el polaco y el alemán saben y entienden el peo de Chávez, la revolución y hasta la cagada que hay ahorita, pero vas a tener que explicarle a los gringos que Venezuela es un país diferente de México y toda la huevonada chimba y, vieja, no-pue-des hablar paja. Sí, se te puede salir algo chimbo por todo el peo de ahora, pero mierda no, hermano, ¿sí me entiendes? O sea, tampoco los vas a caer a mojones, porque la gente está clara, pero sí le tiras lo bonito adelante para que los bichos no se caguen todos y coño tú vayas bien en la mesa, compa, y capaz una de las gringas es un culito y ¡zas! se lo zampas por su Monte Rushmore esa noche y dejas a la patria de Bolívar en alto.

Como te dije, cuando alguien me preguntaba algo así, marico, como la doña mejicana, yo me armaba, jugaba mis cartas inteligentemente, mi hermano, Truco, embido, ¡quiero! y listo el pollo le metía ese huevo pelao al peo del país y además le caía bien a la gente. Pero aquel día no sé qué pasó, chamo, la verga no salió. Me quedé desarmao y hasta terminé admitiendo, huevón, lo que ahora todos los que vivimos afuera decimos como si fuera cualquier vaina. Tú sabes, esa mierda de que de pana con Chávez vivíamos mejor.

Al concierto llegué solo. Otra mejicana que no es la que te estoy contado arriba me regaló la entrada. Sí, mi pana, aquí hay burda de mejicanos. Te cuento que de vaina he hablado inglés en esta verga. Todo el mundo habla paja de Miami, que allá lo único que se oye es español todo el día, pero eso es porque nadie ha venido a Chicago. Esta vaina es “Viva México, cabrones” por todos lados, tanto que el viajecito que quería hacer para el DF para jartarme de comida mexicana que tú sabes que me gusta el picante que jode, ya no lo voy a hacer, marico, porque aquí hay una zona que se llama Cícero, o una ciudad, como dicen, y esta verga, mi pana es México, ¿oyó? Chicago no es sino un exclave entre Wisconsin e Indiana, ¿sabes? como un Kaliningrado mexicano. Si no me crees, googlea “Telemundo Chicago” y verás que sí. Verga, me desvié, ¿qué te venía diciendo? Ajá, a la mejicana esta la conocí en un Meetup de inglés. La pana organizaba un grupo de conversación y yo me lancé un día. Al final hablamos de gustos y cosas y cuando les tocó hacerme preguntas a mí me dispararon que por qué no iba al Ruido Fest. Esa vaina era un festival de música rock mejicana con algunos invitados del resto de Latinoamérica, pero serio porque no invitaron a Maná, ¿ves? Yo dije que coño, que de pana sólo quería ir por La Vida Bohème, pues, pero que, marico, no iba a pagar 50 dólares para ver a una sola banda. Entonces la mejicana me dijo, que a ella le habían regalado un pase de tres días y que para el domingo ella no podía ir porque tenía full trabajo, pues, y que si yo me quería lanzar que ella me daba el ticket. Y yo quedé, woow, qué de pinga, gracias, chama, de pana en serio que gracias, no sabes lo alegre que estaba, ¿viste por qué te digo que uno no puede andarse con mierdas en la calle?

Entonces me lancé pal concierto, bróder. Justo el día del show, la chama se apareció con el jevo para darme el ticket y me ofrecieron la cola pal festival. Iban en la vía, won, porque aquí dar la cola es forzao por el tema de la gasolina. No es gratis como allá.

Eso fue lo que me desarmó todo, chamo, el tema del precio de la gasolina. La doña mejicana, la otra, no la que me regaló la entrada, nos preguntó en su casa que cómo coño (no con esas palabras, pero así lo entendí yo) un país subsidiaba la gasolina y no se encargaba de la comida del pueblo. Y, ay chamo, de pana, que no me hagan hablar que voy que quemo, marisco… pero no tuve respuesta. Me quedé callao. O sea, de pana que obvio que le iba a dar la razón a la doña, pero, mi bien, no pude sacar sino fue peste ese día y me da arrechera contarlo.

Y sonó “El sentimiento ha muerto”. Marico, se me erizaron los pelos de los brazos. Chimbo-chimbo, me hacía falta haber ido con un pana para tripear, won, qué arrechera que te negaron la visa.

El Ruido Fest estaba pelao. Llegué como a las 2 de la tarde y La Vida Bohème tocaba a las 2:45. Me fui chola pal stage donde iban a tocar los panas y eso estaba naiboas con papelón. Me cagué un pelo, porque iba a ser burde chimbo que los panas vinieran de tan lejos y nadie les parara bolas aquí. Entonces, mientras llegaban los bichos me tomé par de curdas soledad bravo frente a la tarima. Los chamos se aparecieron al ratico a instalar los equipos. ¿sabes qué cosa de pinga pasó? Nada, marico, que yo estaba bebiéndome la birra ahí en la primera fila cuando la vaina se empezó a llenar de venezolanos. Se armó un limpio, pensé. Y seguí con mi curdita. Una jevita se apareció con una bandera de Venezuela y todo chamo. No sabes cómo se me puso la garganta cuando vi esa verga al tiempo que Henry soltaba los probando uno-dos-tres y vino el otro pana el bajista, el que estudió ahí en el Peñón que Graciela le dio clases, ¿sabes? que un día nos los encontramos en la panadería de La Trinidad y Graciela nos los presentó, Rafael, vale, acabo de ver en Wikipedia, bueno, ese bicho viene y me pregunta que si mi franela es de Coba y yo sí,  marico, sí es y él qué de pinga, hermano, tripea. Y nada, chamo, se me acabó la birra y me quedé ahí fajado con la primera, obvio, Radio Capital.

Y verga uno estando solo, lejos y sin conocer nadie en esta verga uno se pone a pensar huevonadas y más con Henry preguntándote cada dos minutos que cómo va a ser la vida mejor y que nadie le respondió. Y tu cabeza te hace juegos, tu garganta se endurece y tus ojos, marico, si no te digo, mis ojos se aguaron mal. No lloré porque me daba paja que me vieran así, pero me sentía brutal-chimbo. Yo de pronto dejé de estar ahí y sonó “El sentimiento ha muerto” y aparecí en Caracas, en la Sadel o en Zona Rental, en este mismo Ruido Fest, pero explotado de full de verdad, con mis tukys, mis chamos que arman la olla, mis jevitas que había que proteger, mis panas de la uni, qué sé yo marico, me imaginé que estaba en el 2007… no, no, quiero decir que me imaginé que la Venezuela del 2007 todavía existía, cuando apenas empezaba la universidad, cuando nadie quería irse, cuando no había que ir a comprar con cédula, ¿sabes? cuando los peos más grandes del país eran esa mariquera que llamábamos diferencia de ideología con la que nos marearon como catorce años y nos pusieron a pelear para un coño: para terminar todos hechos mierdas igual. Chamo, la soledad, el estar en Chicago rodeado de venezolanos cartel, las birritas, la bandera moviéndose, y “Nicaragua”, esa fue la última, y te lo juro, ahí me fui ido y vi a mi mamá jodiéndose por allá, a mi hermana viendo cómo coño termina la universidad para irse parco, mis amigos dándole coñazos a un teclado mientras tratan de meter Simadi para ver si compran un boleto pa’ donde sea, me acordé de esa época de Parguito, de las empanadas de doña Eudys, del sabor de la guasacaca en la masa, del primer mordisco, el maridaje de la malta, los pies en la arena caliente bajo la sombra del techo de zinc del puesto de Eudys, la brisa, del sonido de las olas y de los rayos de sol.

Viví toda mi vida en ese instante.


“Otra, otra” gritamos a todo pulmón todos como unos huevones mientras desinstalaban los aparatos y los chamos en la tarima después de la reverencia nos señalaban su reloj de pulsera todos frustrados.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo, Moisés. Con su cuota de nostalgia justa y necesaria, y no sólo eso, sino verdadera. Un abrazo.

Yami dijo...

Siempre te leo Moisés y es porque definitivamente "contagias"... (abrazo)

Manuela Moore dijo...

Ay, Moi, yo extraño eso terriblemente. Es terrible pensar que nos estamos repartiendo, que cada vez que ves un venezolano afuera te emocionas solo por ver que habla como tú y se te aguan los ojos al saber que se entienden, que él si sabe qué es el mercado negro, los índices de inseguridad y conoce las colas infinitas para hacer mercado. Es una nostalgia brutal en mi caso porque decidí que más nunca volveré a vivir en Venezuela (porque cada vez se hunde más y ni siquiera empieza a mejorar y cuando empiece le van a faltar demasiados años para estar al nivel de una calidad de vida decente), sé que iré solo de viaje. Y duele mucho en el fondo, siento a Venezuela como a un familiar al que quieres ver, pero que ya no vive contigo, al que jamás olvidarás. Y a veces recuerdas sus cosas buenas (la manera de hablar, la comida, la gente, el Ávila, la familia, las playas, la geografía y el clima) y se te aguan los ojos, y te apasionas cuando alguien defiende a Chavez o Maduro o Fidel o Pablo Iglesias porque "tú sí viviste esa mierda" y ellos no saben un coño lo que es vivir en un país escoñetado.

Ser emigrante es tener el corazón roto toda tu vida, aunque suene cursi, pero sí: es así. Yo siento literalmente que un pedazo de mí se quedó en mi llanto desesperado en el aeropuerto, con mi mamá y mi novio. Que me partía en mil pedacitos y perdía piezas en el camino. Que tengo piezas faltantes que jamás recuperaré. Y ahora que emigré por segunda vez de Madrid a Atenas y tuve que dejar parte de mis cosas sentí de nuevo una remembranza de cómo dolía, apartarme de mi cuatro me abrió otro huequito en el pecho.

Y luego está lo peor: tener tan lejos a mi mamá; mi mamá, el ser que más amo en todo el mundo. Dejarla en un barco que se hunde a ver si encuentras cómo ayudarla a salvarse también. Y los amigos, que se dispersan por el mundo buscando calidad de vida. Bogotá, Buenos Aires, Chicago, Madrid, México DF, Londres, París, Edimburgo, Dublín, Sidney, Miami, Quito, Lima son solo algunos de los lugares donde mis panas se han ido. Mis panas a los que nunca tendré reunidos a la vez en un cumpleaños. Esa es la tristeza del emigrante. Eso y saber que en un tiempo perderás tu acento y notar cómo vas adoptando dialectos distintos para que te entiendan. Que pierdes parte de tu identidad.

Y entonces yo pienso: el mundo es de todos, las fronteras son ideología y no son naturales. Un elefante cuya charca se seca camina por el desierto hasta encontrar otra charca. Los países pueden ser desde charcas secas hasta grandes lagunas, ¿debemos conformarnos con charcas secas cuando sabemos que hay grandes lagunas o charcas que no están por secarse? El instinto natural nos lleva a la sobrevivencia, a movernos. Somos elefantes con fronteras que no los dejan pasar a las lagunas, elefantes que tienen que pedir visa y mostrar el pasaporte. Sueño con el día en que no haya fronteras, en el que todos vivamos donde queramos y el mundo sea libre para todo el que desee moverse por él.

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